Los secretos de Julio Romero de Torres
Julio Romero de Torres es un icono cordobés, y a la vez un símbolo de España: sus cuadros aparecen en billetes, etiquetas, sellos, coplas… Se le conoce como el pintor de la mujer morena, y su obra más representativa, esa Chiquita piconera, si se mira dos veces y se medita sobre su significado, nos llevará a una metáfora del amor carnal. Y si la más representativa de sus obras tiene un doble significado, mucho más vamos a hallar si observamos el resto de su producción... Acerquémonos a Córdoba, a su museo, para descubrir algunos secretos.
Aquí se abre la puerta de la biblioteca escarlata. Adelante...
Los dos polos
La obra de Julio Romero de Torres se mueve entre dos polos: el ortodoxo (la luz, el Cristianismo, el folclore, los tipos populares) y el heterodoxo (la oscuridad, lo perverso, lo trágico y lo irreverente). Julio Romero es capaz de pasar de un polo a otro sin inmutarse y sin esconderlo: después de presentar una obra celebrada por las fuerzas vivas es capaz de pasar al escándalo presentando a certámenes obras abiertamente controvertidas. Estas últimas son a las que nos vamos a referir.
Julio heterodoxo
Si queremos explorar los significados ocultos tras las obras de este genial pintor, en primer lugar debemos preguntarnos de dónde proviene su afición por los temas heterodoxos. Para ello tenemos que remontarnos a la infancia del artista. En su casa Julio se crió en un ambiente intelectual. Su padre, Rafael Romero Barros era pintor, maestro y escritor de ensayos por lo que poseía una gran cultura. Se sabe que tenía una importante biblioteca y leía prensa extranjera. Además D. Rafael era masón, en concreto de la logia Patricia. Si bien Julio no siguió el camino de su padre (no se tiene constancia de que Julio Romero de Torres fuera masón ni perteneciera a ninguna logia o sociedad secreta durante su vida) sí que quedó fascinado por el conocimiento de lo oculto.
Tenemos que mencionar el viaje a París y a Bruselas que realizó en 1904. Sin una certeza documental que lo avale, mi hipótesis es que Julio en este viaje conoce de primera mano la pintura simbolista de maestros como Gustave Moreau y Lovis Corinth en París y de Fernand Khnopff y Jean Delville en Bélgica, estos últimos pintores vinculados directamente con el ocultismo. Me atrevo a sostener esta teoría porque, a la vuelta de su viaje, Julio Romero experimentó un viraje iconográfico en su pintura que nos hace pensar en su filiación simbolista.
Decapitadoras
Un tema puramente simbolista es el de la decapitación de mano de la mujer. Hay dos decapitadoras: una figura positiva, Judith, y una negativa, Salomé. Judith acude al rescate de su pueblo para seducir al tirano Holofernes, al cual seduce y emborracha y, una vez ebrio lo decapita. Salomé sin embargo está enamorada de san Juan Bautista y es rechazada. En venganza por este amor no correspondido pedirá a Herodes la cabeza del Bautista en una bandeja de plata.
Una de las Salomés que pinta Romero de Torres está fechada en 1919. Se trata de una obra que en la actualidad se encuentra en Montevideo y donde la cabeza decapitada del Bautista es femenina. De hecho conocemos a la modelo que posó para el cuadro, la hija de la intelectual y amiga del pintor, Carmen de Burgos. Esto relaciona este lienzo con un tema que tratan los simbolistas con vinculación esotérica, con el escritor Joséphin Péladan a la cabeza: la androginia divina. El hecho de que Julio haga esta singular representación nos habla de su conocimiento de un tema tan heterodoxo: está representando a san Juan como a un ser andrógino, sin sexo, lo que le aproxima a la divinidad. Por otra parte tenemos una Cabeza de santa, de 1925, también decapitada, que representa Julio Romero sin que medie tema martirial explícito. De esta manera Romero de Torres da la vuelta al tema de las decapitadotas, colocando a la mujer como víctima de este martirio.
La gracia y el pecado
Nos detenemos en una obra capital dentro de la producción del artista y que lleva por título La gracia (1915). En primer lugar cabe señalar que la obra hace pareja con El pecado (1915), obra también de alto valor y con una conexión directa con un tema simbolista, que podemos ver en artistas como Franz von Stuck.
El pecado muestra un cuerpo desnudo de mujer con el que las alcahuetas están comerciando (así se las puede ver contando con los dedos el provecho económico que van a sacar de la transacción). La mujer desnuda, de espaldas al público, se observa a si misma en un espejo (a la manera de las Venus clásicas) y está ensimismada, totalmente ajena a la escena posterior, es una suerte de Narciso femenino que se autocontempla, tema también tópico del Simbolismo. Está representando un acto de prostitución.
La gracia, sin embargo nos muestra el final del camino tras la perdición: la mujer que vendió su cuerpo está pagando su pecado y, según Mercedes Valverde (antigua directora de los museos de Córdoba y autoridad en materia del pintor) ha sido representada como un descendimiento de la cruz, como una Piedad. Esta comparación apunta de nuevo a la verificación de todas las sospechas que vinculaban a Julio Romero con las corrientes europeas del Simbolismo esotérico.
Cante hondo
Cante Hondo (1922) es una canción hecha pintura. La obra representa diferentes momentos como si fueran estrofas de una terrible canción. Todo gira alrededor de la figura principal en el centro de la composición: una mujer desnuda de aire siniestro, con una guitarra y con peineta que representa el cante. Si empezamos a leer la obra abajo a la derecha vemos una joven besando a un hombre. Es una escena de infidelidad. Ella es descubierta y en la siguiente escena, el amante celoso la apuñala. En la parte superior un ataúd. Es la joven yacente y a su lado el marido celoso y una amiga o hermana la lloran. Presidiendo la escena, por encima de todo, el can negro, que bien podría ser la muerte. El perro se dice que es un animal que tuvo el pintor al que tenía mucho cariño y que aparece representado en diversas obras del artista.
Recomendación
Hasta aquí mi personal visión acerca de algunas de las obras más comprometidas de nuestro genio cordobés. Para conocer la obra de Julio Romero de Torres desde una perspectiva más global, aunque con el logro de explorar otras vertientes menos conocidas de su trayectoria, quería recomendar el libro de Teodoro Fernández Vélez titulado Julio Romero de Torres. Vida y obra, publicado por Almuzara. Allí el autor se aproxima a los iconos de la obra del artista: la familia, la mujer, la ciudad, la muerte y el tiempo. Una lectura más que recomendada. La puedes encontrar aquí.
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Noticias
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